Las despedidas de Wendy

Por: Jhonny González

En este complejo mundo de lo real maravilloso, uno no termina de sorprenderse en medio de una vorágine de hechos inverosímiles, pero que, en el marco de una dialéctica difusa, la no-verdad termina imponiéndose sobre los escombros de la propia realidad.

La noticia de la inesperada cancelación de Wendy Belén, Consejera en la embajada dominicana en Nicaragua, ha resonado no solo en los pasillos de la diplomacia, sino también en el corazón de quienes la conocimos y apreciamos durante su desempeño en el hermano país centroamericano. Lo que se suponía ser una salida discreta se ha convertido en un testimonio viviente del impacto positivo de su gestión, evidenciado por no una, ni dos, sino cinco despedidas organizadas en su honor.

Estas múltiples muestras de afecto y reconocimiento provienen de diversas esferas: sus amigos cercanos, miembros del cuerpo diplomático acreditado en Nicaragua, la comunidad dominicana residente en el país, e incluso otros sectores de la vida nacional nicaragüense. Cada brindis, cada abrazo, cada palabra de agradecimiento, pinta un cuadro claro del cariño y respeto que Wendy Belén supo cosechar durante el ejercicio de sus funciones.

Este efusivo adiós colectivo, que lejos de ser un simple protocolo se tornó en una genuina expresión de gratitud, pone en tela de juicio la errática decisión del Canciller Roberto Álvarez, quien no se destaca, precisamente, por lo asertivo en la toma de decisiones, de cesar a Wendy Belén de sus funciones. Su accionar diplomático no se limitó a las formalidades del cargo; trascendió, cultivando la empatía necesaria con las autoridades nicaragüenses, tendiendo puentes sólidos con su comunidad y estableciendo lazos significativos con todos los sectores.

En un mundo donde las relaciones internacionales a menudo se perciben como frías y calculadas, el caso de Wendy nos recuerda el valor incalculable de la diplomacia humanizada. Su capacidad para conectar con las personas, entender sus realidades y construir relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo, es un activo invaluable para cualquier servicio exterior. Es precisamente este tipo de capital humano, forjado en el día a día y probado en la interacción directa, el que fortalece la imagen y la influencia de una nación en el extranjero.

La salida de Wendy Belén, deja una lección importante. El éxito de un diplomático no se mide únicamente por los acuerdos firmados o los eventos protocolares, sino también por la huella indeleble que deja en las personas y las comunidades con las que interactúa. Las despedidas de Wendy Belén son un eco potente de su buen hacer, un testimonio innegable de que su labor trascendió lo meramente profesional para convertirse en un verdadero ejercicio de empatía y conexión. La República Dominicana pierde a una funcionaria que, con su calidez y eficiencia, supo ser una verdadera representante de su país.

Pero, de acuerdo al eslogan oficial, el Estado (mal agradecido), ni agradece ni guarda rencor. Mientras la Locademia Diplomática del PRM, sigue su agitado curso.

El autor es licenciado en Estudios Internacionales, ex diplomático, periodista y catedrático.

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