Por Milton Olivo
Por siglos se ha dicho que «cuando los elefantes luchan, quien sufre es la yerba». Sin embargo, en medio del conflicto global entre bloques de poder como la OTAN y los BRICS, la República Dominicana podría replantearse su papel en el escenario internacional.
Lejos de ser «la yerba» que sufre las consecuencias, el país podría convertirse en un jugador estratégico, capaz de aprovechar los choques económicos y políticos entre estos gigantes como una oportunidad para su propio crecimiento.
La situación actual presenta una realidad compleja en la que Europa sufre una profunda debacle macroeconómica. La industria europea se ha visto gravemente afectada por el alza en los costos energéticos, consecuencia de las sanciones internacionales y las tensiones con Rusia, un importante proveedor de energía.
A esto se suman los problemas financieros de Estados Unidos, que enfrenta déficits alarmantes y la creciente tendencia hacia la desdolarización global. Además, las crisis en el Medio Oriente, África y Asia crean una atmósfera de incertidumbre que sacude el sistema financiero global.
Ante este panorama, la República Dominicana, un país tropical, geográficamente aislado de estos conflictos, tiene la oportunidad de jugar un rol estratégico. Nuestra ubicación privilegiada en el Caribe, con acceso tanto al Océano Atlántico como al Mar Caribe, nos coloca en una posición ventajosa para atraer inversión extranjera en momentos de inestabilidad global.
La estabilidad política y económica que hemos logrado, a pesar de los vaivenes internacionales, nos hace un destino atractivo para el capital extranjero que busca refugio en tiempos de crisis. Situación que debemos facilitar convirtiéndonos en un Paraíso Fiscal, creación de parques de incubación de empresas tecnológicas, StarUp, desarrollar un poderoso mercado de capital, y atraer inversiones para el desarrollo del ecoturismo.
Con vastas áreas de cultivo, recursos acuíferos, y recursos naturales, la República Dominicana tiene el potencial para convertirse en un líder regional en la producción y exportación de productos agropecuarios industrializados, con la construcción de un tejido de agroindustrias municipales.
La diversificación de nuestra economía, con la incorporación de la agroindustria, el turismo y la manufactura, nos da herramientas para ser autosuficientes y competitivos en el mercado global.
Si bien el conflicto entre la OTAN y los BRICS puede parecer distante, sus efectos indirectos, como la búsqueda de nuevas fuentes de energía, alimentos y productos manufacturados, nos presenta oportunidades para fortalecer nuestra balanza comercial y, a su vez, nuestra economía, generar decenas de miles de empleos y multiplicar nuestro PBI.
La respuesta a la pregunta de cómo convertir los conflictos globales en “agua para nuestro molino” está en reconocer las fortalezas que ya poseemos y, a partir de ahí, diseñar una estrategia que aproveche las debilidades de otros.
Este es el momento de atraer inversión extranjera, modernizar nuestra infraestructura, mejorar nuestra productividad e industrialización agropecuaria, desarrollo industrial y, lo más importante, ser un actor clave en la reconfiguración del orden económico mundial con una política exterior enfocada en la paz y la debida conciliación global, como nación neutral, una Suiza en el Caribe, capaz de ser una caja fuerte del mundo global.
En resumen, la República Dominicana debe ver este conflicto global como una oportunidad para crecer. Cuando los gigantes económicos del mundo luchan, nosotros debemos convertir ese conflicto en una fuente de impulso para nuestro propio desarrollo.
En esa lucha de elefantes, nuestra estrategia nacionalista debe ser asegurar que, esta vez, la «yerba» se convierta en un poderoso molino que genera incremento de la inversión extranjera, desarrollo industrial, multiplicación de nuestras exportaciones, progreso y bienestar, para el pueblo dominicano.
El autor es escritor y preside el Proyecto Quisqueya Potencia.