Por ROBERTO MARCALLE ABREU
Días atrás tropecé en uno de esos “Malls” que identifican un ángulo de la forma de vida moderna en la República Dominicana, el Bella Vista, con un viejo amigo y compañero de trabajo de nuestros tiempos en el periódico “El Nacional de Ahora”.
Me encontraba en el lugar esperando una persona y aprovechaba el tiempo para corregir dos de mis últimos libros que verán la luz en algún tiempo y, por supuesto, disfrutar una taza de café.
Se trataba del reconocido comunicador José Pimentel Muñoz, oriundo de San Cristóbal. Casi de manera rutinaria elaboramos una lista verbal de nuestros excompañeros de tantos años, los fallecidos y los sobrevivientes, y debo decir que sentí una vaga tristeza y mucha nostalgia ante ese improvisado reencuentro.
Mientras numerosas personas transitaban por los amplios pasillos y corredores desbordados de tiendas de diversa naturaleza, recuerdo que la lista de excompañeros desaparecidos no dejó de asombrarme.
Importa lo que hacemos con las horas y los días que se nos ha concedido. Como en un coro a dos voces, recordamos nuestros compañeros, aquellos que quedaron en el camino. Y los otros, los que aún permanecen sin dejar de ser personas útiles y valiosas.
Recordamos en primer término a Orlando Martínez, Juan Báez, Juan Francisco de la Cruz, Modesta, Freddy Cruz, Joaquín Suero, Frank Alba, Mario Terrero, Cordero Regalado, Ramón Reyes, Radamés Gómez Pepín, Mario Álvarez Dugan, Rafael Molina Morillo, Freddy Gatón Arce, Leonel Concha, Fermín Arias Belliard, los hermanos Doucodray
Nos vienen a la mente otros tantos con la esperanza de que estén. Recordamos a Roosevelt Comarazamy (fallecido), Domingo Batista, Magda Florencio, Cornelia Margarita.
Como robles, enfrentados a la tormenta de los cambios y el diario vivir, pero firmes, permanecen Luis Encarnación Pimentel, Félix A., Gómez, Bonaparte Gautreau Piñeiro, Luis Ramón Cordero, José Pimentel Muñoz, nosotros y puede que otros tantos cuyo destino y realidad poco o nada sabemos.
Recuerdo vagamente el tiempo que el Poeta Nacional Pedro Mir permaneció con nosotros, antes de enfermar y morir. El insigne personaje ocupaba un cubículo donde seleccionaba las más relevantes noticias internacionales del día.
Me faltó cuestionar a Pimentel Muñoz sobre los corresponsales del interior del país, algunos de cuyos nombres ya no veo en el encabezado de las crónicas.
Fueron tiempos de mucha intensidad donde la capacidad para resistir las tensiones nos puso a prueba, en un ambiente extremadamente complicado y difícil, donde la opción de perder la vida, ser herido o apresado, era como una espada de Damocles en lo alto como una amenaza indeclinable a nuestra existencia.
Pero también fueron tiempos de mucha creatividad, de gran entusiasmo, de mucho amor por el oficio y un gran interés por la suerte de nuestro pueblo y el destino de las instituciones y del país.
Espero que quienes me leen suplan la ausencia de algunos nombres de hombres de la prensa que cumplieron con su deber rigurosamente y que, en tal sentido, merecen ser recordados, inscritos en un libro de Honor y admirados por todos.