Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO. -En los inicios de la colonización, España estableció su dominio sobre toda la isla. Sin embargo, la abundancia de riquezas y la expansión hacia otras partes del continente americano llevó a que la corona española perdiera interés en la zona más montañosa y menos accesible de Hispaniola, que con el tiempo quedó relegada. Durante este periodo de descuido, Francia vio una oportunidad y comenzó a asentarse en la parte occidental de la isla, estableciendo la colonia de Saint-Domingue.
Saint-Domingue rápidamente se convirtió en una de las colonias más prósperas de Francia, gracias a su economía basada en el cultivo intensivo de azúcar y la explotación brutal de mano de obra esclava. Este sistema de explotación generó tensiones sociales que culminaron en la Revolución Haitiana, un levantamiento de esclavos que resultó en la independencia de Haití en 1804. Este fue un acontecimiento sin precedentes, ya que representó la primera república negra del mundo y el primer estado en abolir la esclavitud por completo.
La independencia haitiana trajo consigo temores y acciones que marcarían la relación con la parte oriental de la isla. Temiendo ser reesclavizados o invadidos, los haitianos ocuparon la parte oriental en 1822, controlando lo que hoy es la República Dominicana durante 22 años. Este periodo dejó una huella profunda en la memoria colectiva de ambos pueblos, alimentando sentimientos de desconfianza y diferenciación que han persistido hasta nuestros días.
Actualmente, la posibilidad de una unificación de la isla resulta complicada debido a las diferencias culturales, lingüísticas y religiosas que se han consolidado a lo largo de los siglos. Mientras Haití ha conservado el francés y el creolé como lenguas oficiales y mantiene una identidad cultural profundamente marcada por sus raíces africanas, la República Dominicana ha desarrollado su identidad en torno al español y a una herencia cultural influenciada por Europa y América Latina.
La historia de Hispaniola nos muestra cómo las decisiones coloniales han tenido un impacto duradero en la configuración de las naciones y las identidades. España, al desatender la parte occidental de la isla, permitió que Francia tomara posesión y que, eventualmente, se estableciera una identidad haitiana distinta. La independencia de Haití, lograda por medio de una revolución violenta y trascendental, y la posterior ocupación de la parte oriental, han cimentado una división que va más allá de las fronteras físicas.
En el contexto actual, las relaciones entre ambos países se desarrollan en un marco de cooperación y tensión simultáneas, influenciadas por la historia compartida y las diferencias económicas y sociales. Las dificultades para una posible unificación radican no solo en los aspectos culturales y lingüísticos, sino también en los intereses políticos y las realidades socioeconómicas de cada nación.
La división de la isla Hispaniola sigue siendo un tema de debate y reflexión, recordándonos cómo las acciones del pasado han dado forma a los desafíos y oportunidades del presente. Esta historia compleja nos insta a entender y respetar las diferencias, mientras buscamos formas de convivencia y colaboración en una isla que, pese a estar dividida, comparte una historia y destino no comunes.
El deber de un hombre, es estar donde es más útil.