Por Máximo López hijo
Luego de la muerte del papa Francisco; quien era de origen argentino, cuyo nombre secular respondía a Jorge Mario Bergoglio –primer latinoamericano en liderar la Iglesia católica– deceso ocurrido después del domingo de resurrección, luego de que él, pronunciara el tradicional mensaje de pascua, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, tan solo debieron de pasar menos de 24 horas, para que el Vaticano anunciara su fallecimiento en Roma a los 88 años. En donde se informaba que el Papa había muerto por un ictus cerebral y un colapso cardiovascular irreversible.
San Malaquías fue un arzobispo católico de Armagh, en Irlanda, quien escribió las denominadas “profecías de los papas”. Parecería que la muerte del pontífice de la iglesia católica, estuviera íntimamente ligada a estos textos esotéricos y escatológicos, publicados en latín en las que se menciona que Pedro II, a quien llamarían Pedro Romano o Pedro el Romano seria el ultimo papa. Estas profecías aparecieron en el árbol de la vida, el ornamento y la gloria de la iglesia, en 1595, profecías que fueron publicada en Venecia por el monje benedictino belga Arnoldo Wion, quien además era historiador de su orden.
Dan Brown no corrió con la misma suerte que san Malaquías, ya que tras la publicación de la novela “El Código da Vinci” fue censurado y su novela fue considerada controversial, la cual fue catalogada por la iglesia católica como una “blasfemia” al afirmar que Jesús se casó con María Magdalena y que la Iglesia Católica ha ocultado esta verdad durante siglos. Otro que tampoco fue favorecido como san Malaquías lo fue Salman Rushdie, quien publicó una novela que lleva por nombre “los versos satánicos” inspirados en parte en la vida del profeta islámico Mahoma, en los que Rushdie usa un realismo mágico apoyándose en un grupo de versículos del Corán.
Las censuras solo debilitan y hacen enloquecer al hombre. Esto nos dice y nos hace ver que las religiones no aceptan «no permiten críticas» ni ideas divergentes a las que ellas dicen y proyectan, todo esto coincide con lo expuesto por el escritor ruso Alexander Solzhenitsyn, quien afirmó que el peligro de ser un gran escritor era como tener un segundo gobierno, y que por eso nunca quieren a los grandes escritores: solo a los de menor importancia”.