POR DANIEL JAVIER SANTANA
Con los fatales accidentes de tránsito ocurridos en el país en los últimos meses, con saldo de decenas de personas muertas y heridas, ha vuelto a la opinión pública el tema de la inseguridad en las autopistas y carreteras dominicanas.
Es una preocupación válida. Son miles los dominicanos que pierden la vida cada año.
Según datos que aportó el ministerio de Salud, de esos miles de muertos en accidentes de tránsito, la mayoría son jóvenes entre 18 y 40 años en plena actividad productiva dejando un pasivo importante para la sociedad y sus familias.
Ese problema es muy grande para el país y se resuelve a largo plazo con educación, pero a los accidentes y sus consecuencias hay que buscarle una salida rápida con medidas y acciones prácticas aplicables directamente en las vías públicas, es decir autopistas, calles y carreteras.
Por mucho tiempo en el país la población y los llamados líderes de opinión satanizaron las rotondas en intercepciones de vías rápidas y de gran tránsito, funcionando como reductores de velocidad principalmente en los cruces de autopistas y carreteras.
En Europa
En España y Francia países que he visitado varias veces al igual que Italia, las pequeñas rotondas son muy frecuentes en las esquinas de mayor tránsito permitiendo mejor visibilidad a los conductores y obligando a reducir la velocidad.
Esa observación que hago debe ser tomada en cuenta por las autoridades, como parte de las acciones que hay que emprender para reducir al mínimo el trágico balance de muertos y mutilados que hoy se cuentan por miles cada año.
Recuerdo que hace unos años los conductores que viajaban por la línea noroeste se quejaban por la cantidad de “policías acostados” en la vía desde Santiago hasta Montecristi.
Esos reductores de velocidad rudimentarios habían sido construidos por los comunitarios de los pueblos ubicados en el referido trayecto. Esos ciudadanos actuaron desesperados y atormentados por las frecuentes muertes de sus hijos y personas mayores atropelladas por vehículos que pasaban a alta velocidad.
Si para bajar la vergonzante cantidad de víctimas hay que recurrir a las rotondas y “policías acostados” habría que hacerlo como medida de urgencia en espera de que luego prospere la educación vial.
Más vale retardar un poco la llegada que dejar una estela de muertos y heridos en el camino.
También es necesario un cambio de actitud de parte de los agentes operadores oficiales del sistema de tránsito que deben asumir su responsabilidad, como si fuera un acto patriótico.