Por Marcell Sanchez
No estoy inscrito en ningún partido, no espero nada de la política, pero quiero expresar lo que veo y empiezo así:
Ni el mejor matemático tiene una fórmula para que los cuartos den en RD, porque hoy usted compra un producto a un precio y usted se planifica para ese monto, y cuando vuelve a comprarlo, cuesta muchísimo más. En todo es así.
Lo justo, y mucho menos, lo barato, existe ya. Todo está dolarizado aquí, menos los sueldos de la gente.
Presento en este “decálogo a la impotencia” lo que estamos viviendo los dominicanos día a día, veamos:
El que va a un supermercado a hacer una compra para un mes deja el sueldo entero, porque con 10 mil pesos solo se lleva dos funditas. Es guapo o tiene bien apertrechado el bolsillo hoy el que llena un carrito.
En los colmados en 3 o 4 cositas, como un botellón de agua o cualquier tontería faltante para cocinar, le llevan de lo más campante a cualquier cristiano una facturita de 1,200 pesos.
El que tiene un carro, tiene una querida adicional, porque entre el gasto diario de la gasolina, aceite, lavado, mantenimiento, mecánico y seguro, tiene que gastar una fortuna. Es como mantener una casa paralela.
El que tiene hijos y los quiere mandar a estudiar a un colegio privado, que se persigne, porque dejará ahí todos los beneficios marginales: doble sueldo, bonificación o préstamo, pues esto parece imposible, pero la mayoría de los colegios en este país cobran más que la mayoría de las universidades.
De la electricidad ni hablar, debe ser la nuestra la más cara de la bolita del mundo y este mes subrepticiamente le aumentaron la factura a todo el mundo, muchas casas pagan como si fuera una pequeña industria.
Los intereses están acabando con la gente. Formales e informales, somos prisioneros de los acreedores financieros, que se llevan el grueso de nuestros ingresos en la cuota de las casas o apartamentos, en las tarjetas de créditos o en los benditos préstamos que nos metemos para salir de apuros, de lo cual nunca salimos.
Las empresas del sector salud, sobre todo los laboratorios farmacéuticos y la cadena de distribución, no tienen perdón de Dios. Los costos de los medicamentos van en aumento diario y los que tenemos condiciones de salud, gastamos tanto de medicinas como de alimentos, el que toma pastillas para la presión, la diabetes u otras muy comunes gasta más diariamente en las mismas que en alimentos. Si esto sigue así, se morirán mucho más gente, porque no pueden pagar los medicamentos para vivir.
Los pagos de cuota de mantenimiento en los apartamentos y en muchas de las urbanizaciones son en verdad el cobro de un alquiler. Y ni hablar de los servicios independientes para sus casas, porque el que contrata un pintor, un plomero o un electricista tiene que dejar el cheque en cualquier arreglito. Conozco amigos que pagan altisimas cuotas de mantenimiento, que, sumado a los préstamos hipotecarios, pareciese que les salen las habitaciones de sus viviendas tan caras como un hotel. Ni hablar de la recreación, que es prohibitiva. Los restaurantes son para ricos, los bares y las discotecas están desapareciendo y, si no fuera por los colmadones, el pueblo ni bailará ni se tomará un traguito, todo porque nadie puede pagar los excesivos precios de los alimentos procesados y las bebidas alcohólicas.
Cada día descendemos más en los niveles de vida, no nos han dejado de otra que tomar y jugar dominó en las calles.
Como si este calvario no se terminará, tenemos detrás a la DGII todo el tiempo, que no nos suelta con el ITBIS más alto de la región caribe, con el agresivo impuesto sobre la renta y con el fastidioso IPI (impuesto a la propiedad inmobiliaria), que es como pagarle un alquiler de su propiedad al Estado después de haberla adquirido, aunque usted esté pagando un préstamo hipotecario.
Dígame cómo no se puede vivir con un estrés constante con todos estos acreedores atrás persiguiéndonos, ¡qué vida más fatidica nos toca vivir a los dominicanos!
Lo peor es que para la mayoría de los dominicanos, el gobierno nacional no existe, solo para que les paguen impuestos, porque cuando le devuelven algo a la población son miserias, como las ayudas gubernamentales de 1,650 mensuales de la tarjeta Supérate, que a los que la reciben apenas les dan para comer tres días.
No imagino que le estarán sirviendo a los estudiantes en el desayuno y almuerzo escolar, porque con las ínfimas asignaciones que le pagan a los proveedores, ¡válgame, Dios!
Pero este es el país que tenemos y el Gobierno del Cambio que nos dimos, por lo que la lucha por la sobrevivencia lo justifica todo, porque no se le puede pedir a nadie que se muera de hambre junto a sus hijos, y ahí está una de las causas principales de la inseguridad pública y de la ola de raterismo que afecta a todos nuestros barrios.
El presidente Abinader no es el culpable de todos los problemas que tenemos, eso es verdad, pero es a él que le toca enfrentarlos. Para eso lo elegimos, con el propósito de que pueda buscar soluciones verdaderas, no justificaciones, y, sobre todo, para que nos saque de esta inédita crisis lo mejor librado posible. Ese es el deber de todo estadista responsable.