Febrero, un tropiezo para avanzar a mayo

Por PASCUAL RAMIREZ

Después del palo dado, no caben las jeremiadas, si no corregir lo que salió mal o hacer lo que se dejó de hacer para reencontrarse con la claridad del camino perdido. No es momento para buscar culpables, ni responsabilizar a terceros por lo que debimos haber hecho y no hicimos. Según los estoicos, las circunstancias no se presentan para satisfacer nuestras expectativas, las cosas se presentan tal y como son, y nos corresponde a nosotros enmendarlas.

Asimismo, los estoicos enfatizan que, cuando algo acontece lo único que está en tus manos es la actitud que asume al respeto, tanto puede aceptarlo como tomarlo mal. Cuando algo acontece, no es el hecho en sí mismo lo que nos hace daño, sino la interpretación equivocada que hacemos del mismo.

Siempre es fácil para los humanos buscar justificación, pero lo más difícil es admitir los propios errores que agravaron la situación y los resultados derivados, y que si se hubieran evitado, contrarrestándolos con inteligencia y trabajo, habrían contenido la expansión del estropicio.

Solo el “Pragmatismo-inteligente”, ese que se nutre de hacer lo que conviene y lo más redituable, políticamente hablando, según las circunstancias y la evolución de los acontecimientos, es lo que neutraliza o amortigua los golpes del adversario. Y ese pragmatismo aconsejaba el abandonar la exculpación del principal responsable de todo lo acontecido que lo presentaban como un ‘Santo Niño de Atocha’ bien intencionado.

Hasta que el candidato reeleccionista sacó las garras y el mazo, y le demostró a la oposición que los escrúpulos no lo paraban a la hora de tener que llevarse a quien sea por delante. Se pelearon con el perro y dejaron al amo hacer todo lo que quiso.

A la par con el plan del ‘palo acechao’, la Junta Central Electoral, desoía los reclamos opositores mirando para otro lado, dejando el campo abierto al Partido Revolucionario Moderno, PRM, para que hiciera impunemente lo que le diera la gana y se sirviera a sus anchas en el uso de las malas artes electorales. Esto hace al organismo electoral partícipe del crimen cometido con premeditación y alevosía contra la democracia dominicana.

En conexión con lo expresado en los párrafos anteriores, si bien es cierto lo dicho por el presidente y líder de la Fuerza del Pueblo, Dr. Leonel Fernández, en torno a que el partido ganador fue la abstención mayoritaria, y la cooptación de que fueron objetos los electores por parte del gobierno, así como la apatía y la indiferencia masiva de los votantes, no menos es cierto que ello no nos libera de responsabilizar a quienes no hicieron lo que se podía hacer con lo que se tenía para contrarrestar la consabida estrategia del gobierno.

Esa capacidad de movilizar masas multitudinarias en las marchas, caravanas y concentraciones que llevó a cabo la oposición política durante la campaña, no se aplicó en mover votantes hacia las casillas electorales, que era donde más tenían que demostrar eficiencia y tenacidad en el pragmatismo político.

El fracaso en no poder traducir en resultados la simpatía popular, fue lo que provoca hoy que la narrativa gubernamental se extienda mas alla de febrero. ¿No tenía la oposición política conocimiento de la estrategia del gobierno? ¿Qué hizo para minimizar el daño? La oposición al gobierno no hizo nada en ningún momento para separar la paja del trigo, como dice la Biblia. Su discurso hacia el gobierno y la Junta Central fue parco y muy teórico.

El “Pragmatismo-inteligente” al que hemos aludido, nos hubiera permitido anticipar y concluir que en un contexto generado por el poco interés, motivación, indiferencia y el pobre levantamiento de pasiones de las elecciones municipales, resultaba obvio que el vacío sería cubierto por el acarreamiento literal del voto, por la oferta de dinero y beneficios instantáneos, y por ende, por los partidos que se encontraran en mayor capacidad de proveerlos creíblemente, moviendo con más destreza y abundancia la logística del voto que se compra.

A mayor conciencia de la ventaja que favorecía al partido gobernante en términos de poder económico, correspondía un mayor redoblamiento del trabajo político-operativo de campo para contrarrestarlo y disminuir el daño, esfuerzo que estuvo ausente.

De ahí que la oposición en general, incluyendo a la FP, no marcara en votación como puntuaba en las encuestas, pues “ese” que te prefería en los sondeos, mayormente lo hacía por el atractivo de su líder y en un ambiente de presidencialismo, pero no se movía a votar por figuras de tercer orden, si no había una estructura que en el contexto barrial o local lo motivara, lo incitara y lo empujara a votar como sentía.

Pero lo peor es que no se puede decir que la oposición fue pillada por sorpresa, pues era lo esperable partiendo de los antecedentes en el uso avasallante del poder que ha caracterizado el gobierno perremeista desde que asumiera el poder. Por tanto, esa fue una crónica de una muerte política anunciada que pudo haberse soliviantado y atenuado si se hubiera contado con una estructura operativa que mitigara los hechos finales.

Otro punto relevante del pasado proceso electoral, fue la visible connivencia y complicidad de la actual Junta Central Electoral con el partido de gobierno, la cual hacía urgente que ipso facto se iniciara un movimiento de denuncia y protesta activa, tendente a invalidar el desarrollo y resultado de las elecciones en un contexto de cooptación del votante en la cercanía de los recintos electorales, mediante ofrecimiento de bonos escolares, bonos de compra y billetes de alta denominación en efectivo. Todo eso se hizo a la luz y ojos de los funcionarios de la JCE y la policía electoral sin que nadie lo impidiera o desautorizara.

Por eso, esa Junta de cómplices carece de autoridad moral para organizar y dirigir procesos electorales ya que se hacía de la vista gorda frente al uso y abuso los fondos públicos y que no hizo nada para evitar la profusión de propaganda y de activismo político del perremeísmo en las mismas narices de las autoridades electorales y en los mismos frentes de los centros de votación. De modo que ni antes, ni durante ni después la JCE no hizo nada para corregir las anomalías denunciadas.

Esa Junta de cómplices que dilató hasta el último momento la entrega de los recursos para que los candidatos a alcaldes y regidores de la oposición no tuvieran tiempo de movilizar a sus seguidores hacia las urnas.

En fin, que tampoco se crean que las preferencias electorales que marcaban las encuestas a nivel presidencial desaparecen con las municipales, porque los candidatos presidenciales son los que realmente arrastran y atraen como poderosos centros gravitatorios.

Concluimos diciendo que lo pasado solo fue un tropiezo en la batalla, pero no se ha perdido la guerra si aprovechamos la experiencia ganada para rectificar errores, enderezar caminos y recomponer nuestras fuerzas. ¡Con fe, optimismo, esperanza, determinación, voluntad, esfuerzo e inspiración lograremos el triunfo, porque la esperanza sigue siendo hoy mas verde que nunca!

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