Roberto Valenzuela
Cuando el presidente Joaquín Balaguer emitió el decreto, lo motivó argumentando que “si el fundador de la República (Juan Pablo Duarte) viviera, por su sentido de justicia, él fuera el primero en convenir en que el Panteón Nacional fuese la última morada de Santana”.
A casi 50 años de que el presidente Balaguer emitió el decreto, se mantiene el forcejeo de si debió o no tomar esa decisión. Y parece que no hay solución por ahora.
A cada momento renace la cruenta pelea de quienes exigen que saquen a Santana del Panteón; mientras los santanistas responden que éste tiene tantos méritos que merece ser el único padre de la Patria
Los enemigos de Santana replican que él no merece estar al lado de los próceres que él mismo fusiló, como Antonio Duvergé, Francisco del Rosario Sánchez y su tía María Trinidad Sánchez.
Los defensores de Santana contestan que si hoy existe la República es porque en cada combate contra los haitianos estaba el ejército que él fundó, su espada y bravura. Y alegan que los trinitarios no tenían ejército, no eran diestros en el combate y nunca pelearon contra los haitianos.
Los duartianos refutan que la heroicidad de Santana fue echada por tierra cuando firmó la anexión a España el 18 de marzo de 1861.
En fin, desde que los restos del general Santana entraron al Panteón Nacional, los distintos sectores se mantienen midiendo fuerza con aspereza, intercambios de argumentos e insultos.
Solemnidad
Balaguer sabía que era una decisión polémica, por eso él mismo dirigió el proceso. O sea, para garantizar la solemnidad al traslado de los restos de Santana desde una iglesia en el Seibo al Panteón Nacional, el Presidente acudió personalmente y pronunció un discurso histórico.
En su disertación (transmitida por radio y televisión), Balaguer igualó a Santana con los tres padres de la Patria: Duarte, Sánchez y Ramón Matías Mella.
Los halagos a Santana quedaron registrados para la posteridad en el decreto número 1383 (25 de octubre de 1975), que dispone el traslado al Panteón de sus restos.
El decreto dispone que la exaltación patriótica se haga el 27 de febrero de 1976 (Día de la Independencia Nacional). Ese año fue dedicado a venerar la memoria de Duarte. Balaguer argumentó que el país estaba en deuda con el general Santana y que lo que estaba haciendo “es un acto de reparación históricas”.
Balaguer considera al presidente Santana como «uno de los dominicanos más ilustres y, por tanto, sus restos deben descansar en un ambiente de carácter religioso para que reciba el tributo de veneración reservado por la Patria a sus grandes hombres”.
“A pesar de su error como anexionista, el general Santana tiene méritos suficientes como soldado y libertador, para que sus despojos mortales descansen junto a los restos de los próceres civiles y militares”, puntualizó el decreto. Fuente: archivos de la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo.