Por: Francisco S. Cruz
Si analizamos bien la situación específica o particular del PLD -sin entrar en detalles-, tendríamos que concluir que su mejor opción, de cara al 2024, es Francisco Domínguez Brito. Y es sencillo deducirlo: proyecta una imagen jovial, experiencia de Estado, honestidad, cierta ruptura, seguridad, dominio de las prioridades nacionales; y, sobre todo, una impugnable imagen y trayectoria pública que lo hacen un candidato difícil de enfrentar en el contexto de una campaña electoral basada en propuestas y visión-país.
Además, porque somos de la idea de que cada coyuntura, por una serie de factores y razones, nos indica el líder adecuado y apto para dar una batalla y salir airoso tanto ganando o perdiendo, pues, en política como en la vida, hay que saber que en toda empresa o causa que se emprende siempre habrá un margen de posibilidades favorables y desfavorables. Es ley de la vida; pero ante esa realidad insondable; debe quedar la satisfacción y el deber de que elegimos la mejor propuesta -y para el PLD, de cara al 2024, creemos que su carta de triunfo es Francisco-.
Pero algo más de por qué Francisco: es evidente que el PLD necesita llevar un candidato que pueda concitar el apoyo de variopintos segmentos de la población -fuera del PLD- y siendo objetivo ese candidato-perfil lo encarna Francisco Domínguez Brito en el PLD, pues se proyecta como una ruptura, en término de figura, que rompe con los estereotipos del arco iris de partidos y sus aspirantes actuales. En esa línea de análisis, Francisco es como la excepción a la regla: lo tiene todo en él mismo…, y algo más: sería como si una generación joven tuviera la oportunidad de servir al país desde otra perspectiva de gobernar, hacer política y ensayar, con una gestión de gobierno más integral, aunando lo institucional con el referente de las buenas prácticas y poniendo, en primer plano, las prioridades de la gente; y, al mismo tiempo, dando seguridad de buena gobernanza y de que todos los sectores nacionales serían integrados en un gobierno de reglas claras, equitativas y de justicia social.
Con él, también, se reorientaría el país por senderos de un régimen de transparencia y consecuencia, a la vez que la gestión pública cobraría otra dinámica centrada en servir y garantía de pulcritud de los servidores públicos, siempre a partir de una meritocracia, ética y filosofía basada en que toda función pública es un servicio que el pueblo paga con sus impuestos por lo que ningún funcionario -sin importar su jerarquía- pueda hacer pertenencia del puesto ni creerse por encima de la ley y el pueblo que lo elogió.
Igual sobre el respeto a los bienes y presupuestos públicos que deben ser monitoreados y auditados, mínimo, cada tres meses por la cámara de cuentas y el acompañamiento de ciudadanos y profesionales de sobrada solvencia ética-moral pública. La idea es cerrar toda brecha o resquicio a ilícitos en la gestión pública y, de paso, asegurar que, planificación, gerencia efectiva, prioridad y supervisión sistemática, garanticen que los presupuestos públicos -administración pública, congreso, gestión municipal e instituciones centralizadas o no- vayan al renglón destinado y no a los bolsillos de “funcionarios” inescrupulosos de lo que ninguna gestión de gobierno está exenta.
Por último, es el adecuado porque tiene una oferta programática sustentada en credibilidad, trayectoria de eficiencia y enfocada en la agenda país. Por supuesto, no quiero que se infiera que los demás precandidatos, en el PLD, no reúnen condiciones óptimas -aunque entre ellos, los hay por figurar, impostura de caciques y eterno aspirante a ministro-; pero honestamente y por las razones antes expuestas, al PLD le conviene elegir a Francisco Domínguez Brito porque es la ruta más expedita e inexpugnable para la coyuntura electoral 2024. Ojalá, ese partido, llegue a un consenso al respecto y despejar contratiempos y distracciones. ¡Piénselo…!
El autor es político y exprofesor de Historia