Por: Francisco S. Cruz
El otrora líder del PLD -Leonel Fernández- se opuso, rabiosa y abiertamente, a un intento de reforma constitucional en 2019, proveniente de una franja de su partido en el poder, bajo el argumento de que la Constitución “no se toca”. Luego, ante su derrota interna -octubre-2019-, recurrió a revivir el fantasma del “fraude electoral”; y a partir de esas dos premisas salió a las calles a hacerle oposición a su propio partido y gobierno, algo que venía haciendo, pero que después de su salida del PLD radicalizó al punto de llegar a una alianza congresual-municipal con el PRM, con lo cual dejó al desnudo dos cosas: a) que, aunque aparecía-corría (para consumo de ingenuos) como candidato, el suyo era el del PRM; y b) que, su objetivo político-electoral y estratégico era contribuir a la derrota del PLD, pues, sabía de más, que sus posibilidades, de volver al poder, eran remotas (en el país ningún político sabe más de encuestas políticas que el expresidente).
Ahora, aunque alegando otras razones o propuestas, el actual presidente ha sometido a la consideración de los partidos y de la sociedad unas propuestas -entre ellas la de un procurador o fiscal independiente- de reforma constitucional, y ante esas propuestas el expresidente ha reiterado que la Constitución “no se toca”; pero, diferente al 2019 y 2020, no ha salido a las calles a vociferar sus prédicas anti-reformas. Y es ahí donde reside su incoherencia, máxime cuando, después de un no rotundo de la oposición cuasi en pleno -incluido el PLD que, en nuestra opinión, debió diferenciarse del discurso-perorata “no se toca”-.
Y nos preguntamos: ¿por qué razón el expresidente no ha salido a las calles a enarbolar sus consignas anti-reformas? Y más cuando trata, por todos los medios -periódicos-mediáticos y de redes sociales-, de jugar o vender la narrativa artificiosa de que es cabeza de oposición. Algo raro o extraño, ¿no?
Finalmente, no quiero especular sobre los motivos de la falta de acción callejera del expresidente ante las referidas reformas; pero me temo que, tal vez, está esperando alguna señal, vientos o queochocuentos para rescatar o recuperar su “coherencia” ante los aprestos, reiterados, de reforma constitucional del presidente Luis Abinader y su partido.
Ojalá el expresidente no nos haga esperar mucho; o que, como en el 2020, los dos millones de votos-firmas no se esfumen. O más insólito, que nos salga, llegado el momento, con otra alianza, estilo 2020.
De nuestra parte -ante ambos posibles escenarios-decisión- no habría sorpresa, pues política, escribió alguien, “es el arte de lo posible”. ¡Valga recordarlo!
El autor es político y exprofesor de Historia