miércoles, noviembre 13, 2024

La iglesia y la natividad de Cristo

El hombre como ser pensante necesita enfocarse en realidades  y no en mitos. Muchas falsedades pudieran evitarse,  si tan sólo se buscara la realidad de las cosas. Sin embargo, como cada ser humano inventa su mundo interno, sus seres irreales y sus imaginarios objetos, queda un abismo entre lo que es y lo que no es. De ahí que, se niega una verdad, como se afirma también una mentira, con tan igual resultado, lo aceptado.
Las iglesias, como son visibles e históricas entre los humanos, no hay manera de negar esa realidad tangible. Desde el primer siglo de nuestra era cristiana, la presencia de las iglesias, han sido tan notorias que no ha habido manera de ocultarlas. La manera de confrontación entre el paganismo y las iglesias, así como entre el ateísmo filosófico y ellas, se hacen manifiestas de una manera indubitable.
Las iglesias no son mitos, son realidades, son entidades vivas que abarcan dos aspectos el social físico, y el espiritual. El hombre que no entra al mundo espiritual, puede considerar las iglesias como sin sentido, o simplemente dentro de un enfoque materialista. Sin embargo, ellas son más que eso, son la expresión manifiesta de la voluntad de Dios; quienes las componen buscan un mundo espiritual, un reino espiritual, que conlleva una vida espiritual.
La verdad es que la presencia de las iglesias, es la evidencia más contundente de la natividad de Jesucristo. Ellas son su obra, producto de su vida y de su muerte, dentro de un contexto de rescate y redención. El humano, miembro de la iglesia, ha entrado a una esfera espiritual que él y sólo él puede percibir, entender y explicar. No es una locura, es una realidad garantizada, por la vida de apartamiento del individuo, como la renuncia a los deseos mundanos.
De ahí que, el nacimiento de Jesús, el Cristo, fue una realidad, que no únicamente lo  exaltan las iglesias, sino que el mundo político gobernante lo garantiza, mediante las leyes de los días festivos. Así que, fiestas, regalos, reflexiones y hasta adoraciones son expresiones por las sociedades, en honor a dicho nacimiento. Negar esta realidad, sería negar la historia y al mundo político, filosófico, desde el siglo I, hasta nuestros días.
El nacimiento de Jesucristo, también es manifestado por su Padre celestial, quien desde el cielo mandó a ángeles que le adoraran, sirvieran y anunciaran. Desde aquellos, que cantaron ante los pastores de Belén, hasta la estrella que guio a los magos de oriente hasta Nazaret, adonde estaba el niño. Y sobre todo, la religión judía, sin saberlo, había creado el escenario correcto para la llegada del Hijo de Dios, a este mundo.
Su nacimiento conmovió  a los hombres que escucharon sobre él, como el rey Herodes y Jerusalén quienes se turbaron; como también, los religiosos de la época, quienes vieron y oyeron sus obras en enseñanzas, como sus milagros y señales. No fue un cualquiera, quien había nacido, aunque se le trató como tal, naciendo en un pesebre, y siendo perseguido con fines criminales. Satanás estaba perdido por la Luz que brilló en ese momento histórico.
Por tanto, las iglesias deben glorificar a Cristo, siempre, como una garantía de su razón de ser. Se debe evitar que éstas sean utilizadas como simples grupos sociales, sino que se debe exaltar en ellas a ese Ser Justo, Santo y Perfecto quien es Dios habitando entre los humanos y que edificó su iglesia, sus iglesias. Proclamar a Cristo, es la misión de las iglesias, y a la vez, es lo que justifica su presencia. Sin Cristo no hay iglesias.
Las iglesias son la prueba más contundente del nacimiento de Jesucristo. Y, podemos decir: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres».     
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