Por: Danilo Cruz Pichardo
En la historia universal no se conoce gobierno alguno que haya administrado a favor de las clases alta y baja simultáneamente. Siempre favorece a una o a otra. Y la presente gestión, desde el período de transición, designó ministros y demás funcionarios de primer orden, salvo contadas excepciones, de la oligarquía dominicana, bajo la teoría de que los ricos no necesitan y como no tienen necesidades “no roban”. Nada más falso.
Las causas de la corrupción pública, fundamentalmente, hay buscarlas en la impunidad judicial. En República Dominicana no hay tradición de castigo al peculado, por la debilidad institucional y la nociva concentración de poderes, pues casi siempre quien ocupa la casa presidencial influye de forma determinante en las demás cortes.
Posiblemente cuando se refieren a la gente pobre se piensa en los jóvenes rateros de los barrios, un fenómeno social bien estudiado y descansa en la falta de oportunidades sociales, económicas y educativas, entre otras.
Conozco a muchas personas que han salido de barrios marginados, han estudiado, han ascendido en la escala social y son personas honorables, moralmente inmaculadas. Ese tipo de profesional brilla por su ausencia, porque se les dio prioridad a aquellos sujetos que invirtieron millones en campaña. Ese dinero de campaña lo sustraen del Estado de manera multiplicada. ¿Dónde está la honestidad y transparencia que se pregona?
La historia de la oligarquía dominicana demuestra que muchas de las operaciones de sus miembros son deshonestas. Evaden impuestos, aranceles, no pagan los préstamos al banco estatal (porque tienen que recuperar los favores de campaña), se apropian de patrimonios públicos (como el caso de Sans Soucí) y, muchas veces, inclusive, se roban la energía eléctrica que consumen.
Es cierto que mucha gente pobre de los barrios se roba la luz, pero los ricos se roban las plantas; hay gente pobre que sustrae carretillas de arena de las playas, pero la oligarquía se coge las playas enteras. No tengo que poner ejemplos, porque sobran en el pasado. Y en el presente, a través de los funestos fideicomisos, ya se pueden citar varios casos en marcha.
En lo que tengo de vida he tenido el privilegio de ver muchos gobiernos, la mayoría de ellos corruptos por idiosincrasia, pero ninguno de ellos (¡óigalo bien: ninguno!) estuvieron constituidos, mayoritariamente, por oligarcas. Es un Gobierno de ricos que gobierna para los ricos.
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